sábado, 29 de enero de 2011

Zagora, Marruecos

Hemos madrugado. Nos hemos activado pronto con el desayuno del Riad, y el chofer de nuestro 4 x 4 nos espera a unos 5 minutos de nuestro alojamiento ya que se encuentra entre callejones, donde los coches no pueden pasar. El coche es confortable, y ya tiene puesto el aire acondicionado, estamos en Agosto y el calor aprieta. El chofer es un hombre reservado pero simpático y agradable, no es de mucha palabra pero si le preguntas, no duda en darte su mejor respuesta. Lo primero que nos sorprende son los campos de olivos a ambos lados de la carretera. Pasamos por varias localidades sin ningún interés turístico pero pintorescos por su habitantes. Vemos 4 personas en la misma moto, sin casco por descontado. Es el mes del Ramadán y todos los hombres están tumbados a la sombra desde primera hora de la mañana esperando con impaciencia a que acabe el día. Pronto comenzamos la ascensión por la cordillera del Alto Atlas. La carretera está llena de curvas, pero poco transitada, supongo que por el calor y el ramadán, comienza a tomar un caracter singular, estamos en el valle de Ourika. No hay mucha vegetación en las laderas de las montañas que tienen un caracterísitco color verdoso, pero en el fondo del valle abundan las palmeras. Hemos parado por el camino para tomar varias instantáneas. En alguna parada había puestos de vendedores que vendían piedras preciosas preciosas, petroglifos, cerámica y también piedras falsas que intentan endosar a los turistas más ingenuos. En otros lugares sin haber ningún tipo de puesto de vendedores, de la nada aparecían hombres que cargados de más piedras y minerales que intentaban vender sus tersoros. Hemos pasado el puerto de Tizi N’ Tichka 2260 m de altitud. Cuesta hacerse a la idea que en invierno esté completamente nevado cuando estamos a más de 40 grados y salir del coche supone un verdadero esfuerzo.

La comida la haremos en un restaurante al lado de la famosa kasbah de Aït Ben Haddou. Las Kasbahs son majestuosas fortificaciones de color arena y ciudadelas abandonadas a su suerte, como esperando ser cubiertas por las arenas del tiempo, guardando las cicatrices de las eras y quizá el retorno de los guerreros. Mientras acogen con agrado a los visitantes que las admiran, el silencio abraza su magnificencia.

Esta Kasbah es conocida porque en ella se han rodado películas como “Lawrence de Arabia”, “Gladiator”, “Jesús de Nazaret”, “La Momia” o “Alejandro Magno” han sido rodadas allí. Uno de los habitantes de la localidad, nos hará de guía, es un chico encantador, nos recomienda, (al igual que muchas guías) que paguemos para entrar en la Kasbah, ya que pagando a los habitantes que aún viven en ella, podremos ver sus entresijos; cocinas, prisiones, subir a una torre, almacenes, y otras estancias que si entrásemos por otras partes nunca hubierámos visto. Antes de entrar hemos atravasado el cauce de un río completamente seco. Parece un rio caudaloso, donde el agua baja con fuerza ya que se ve mucha erosión y muchos materiales arrastrados.

Tanto vista desde dentro como desde fuera entendemos porque ha sido el escenario de muchos filmes de Hollywood, sin duda un lugar imprescindible de visitar.

Continuamos la ruta dirección Zagora en nuestro 4 x 4, disfrutando del aire acondicionado. Pasamos la ciudad de Ouarzazate, donde de camino se puede visitar otra Kasbah no tan espectacular, en esta parada como de la nada otra vez, aparece el tipíco encantador de serpientes para que le demos una propina mientras tomamos unas fotografías. Continuamos por nuestro camino por el Anti Atlas y pasando por el pueblo bérbero de Agdez. De repente y tras unas horas de un paisaje totalmente árido, a nuestra izquierda aparece un río de palmeras. Estamos en el Valle del Draa, durante kilómetros y kilómetros, miles y miles de palmeras hacen que la vistas sean más alegres. El chofer nos dice que toda la produción de dátiles vienen de este valle.

Llevamos más de 5 horas en el 4 x4, paramos para un refrigelio, por llamarlo de alguna manera porque de frio no tiene nada. El calor ya es insoportable, y lo combatimos mojando los pañuelos que llevábamos para protegernos del sol. sobre las 6 de la tarde llegamos a Zagora, los camellos nos esperan impacientes, o eso creemos. Al vernos enfrente más de uno suelta un berrido que nos hace dudar si montarnos en ellos, pero tomamos las decisión, sería un poco absurdo no hacerlo. Nos queda una hora y media para llegar al campamento donde vamos a dormir, y está oscureciendo. Tenemos mucha suerte porque el cielo está despejado, y hay luna llena. Nuestras sombras parecen las de los Reyes Magos de Oriente que tanto hemos imaginado y visto en ilustraciones. Hay más estrellas de las que nunca has podido imaginar, y la luna nos deja ver la silueta de las dunas. Los Tuareg, nos tienen preparada la cena, está caliente y entra fatal, pero hay que hacerlo, fuera nos espera una hoguera y todos los guías hacendo música con djembés, con sus palmas y cantando. La verdad es que es maravilloso estár en un lugar así.

El cuerpo no puede más, estamos agotados y nos vamos a dormir a nuestra tienda, es de tela, mejor dicho como de una rejilla de plástico, que curiosamente deja caer las gotas de agua de lluvia que están cayendo. La cama es más de lo que esperábamos, y eso de que las noches en el desierto son frías, no debe ser en Zagora.

Amanece muy pronto pero como hemos llegado de noche, estamos inquietos por saber que es lo que habrá a nuestro alrededor. Todos nos dirigimos hacia una duna, nos sentamos y vemos salir al sol, dando una capa de color dorado a todo lo que nos rodea. Disfrutamos de buenos momentos y pronto tenemos que volver a ejercer de Reyes Magos y montar en nuestros camellos, para volver a Zagora. El espectáculo de ver decenas de manadas de camellos volviendo hasta nuestros 4 x 4, a primera hora de la mañana es verdaderamente digno de inmortalizar con nuestras cámaras.

Estamos algo doloridos por haber permanecido sobre una joroba unas cuantas horas, pero ahora, en el coche, con el aire acondicionado descansaremos y volveremos tranquilamente a Marrakech.

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